Así de súbito, nadie entendía porque, pocos podían imaginar que aquel día, 19 de noviembre de 2008 en el Hampden Park de Glasgow, la capital de Escocia, un hombre armado con un machete intentaría asesinar a Diego Armando Maradona, justo en el partido que marcaba el debut de la leyenda como entrenador de la selección Argentina.

  • “…Quería cortarle la cabeza al ladrón…”- aseguró entonces Ian Wellworth a las autoridades, tal como lo recogió la prensa en aquellas jornadas y que tan bien describió en su libro, Historias Insólitas de los Mundiales, el escritor y periodista argentino Luciano Wernicke.

La génesis del suceso

Ya para ese entonces, Maradona era una especie de Dios, amado y odiado a la vez, capaz de evocar esas relaciones antagónicas que personajes tan marcados por la polémica como él, podían lograr, pero nadie entendía aquella reacción. No obstante, y de acuerdo a la narración de Wernicke, aquel suceso tenía su génesis en otro suceso ocurrido 22 años antes, justo el día en que Argentina e Inglaterra se enfrentaron en el Mundial de 1986, durante los cuartos de final de aquella justa.

Por aquella fecha tal como relata El Gráfico, citando la obra de Wernicke; el mencionado Wellworth era un apostador que había perdido una considerable cantidad de dinero con ese partido, quedándose endeudado y siendo abandonado por su mujer; simplemente creía que Maradona tenía que pagar por lo que había hecho, por robarle la victoria a Inglaterra…

El suceso

En su saga sobre la Historia de los Mundiales, la Fox relata aquella jornada, 22 de junio de 1986, como si de una novela negra se tratase; tensión desbordada, la emoción contenida, otra vez Inglaterra y Argentina frente a frente, como cuatro años antes en el campo de batalla de Islas Malvinas. Por un lado, las ansias de venganza de los sudamericanos; miradas perdidas, ojos acuosos y medio pétreos; por el otro, el orgullo y la arrogancia de los hijos de la pérfida Albión.

Era el momento de la revancha, una semana antes, el 14 de junio, en Ginebra, Suiza, moría Jorge Luis Borges y quizás como salida de su mente prodigiosa, como en una de sus Ficciones, así emergió aquella increíble historia….

Maradona sabía que todos los ojos del mundo estaban puestos en él, debía tomar la bandera y lo hizo y a los cinco minutos con 26 segundos  de comenzar el segundo tiempo, un mal rechazo de la defensa inglesa lo habilita, la pelota queda en el área y el tiempo entonces pareció congelarse; Diego, con sus casi 1,60 salta a la par del imponente arquero Peter Shilton, este extiende su puño derecho para buscar despejar el balón y a la vez  el diez de la albiceleste con su brazo izquierdo pegado a su cabeza, intentando ocultar el gesto técnico y golpea la esférica hacia las redes.

La trascendencia

Las imágenes recogen como los ingleses comenzaron a protestar en tromba junto al árbitro principal, el tunecino, Alí Bennaceur; mientras Diego Armando Maradona festejaba, mirando de soslayo al juez de línea Bogdan Dotchev; ninguno reaccionó y el gol subió al marcador ante la mirada atónita de los británicos y el furor de los fanáticos argentinos presentes enn el Estadio Azteca.

“… Fue la Mano de Dios…”- alegaría el mismo Maradona admitiendo su gesto mañoso, la “trampa del siglo” para miles que como el mencionado Ian Wellworth se habían jugado la vida ese día.

“… Todo el equipo sufrió aquello, más cuando el propio Maradona lo había reconocido y nunca pidió disculpas…”- le comentó Peter Shilton al periódico “The Sun” años después.

Argentina ganó 2-1, estuvo la “Mano de Dios” y también “El Gol del Siglo” ese que narró de modo magistral el genio Víctor Hugo Morales, cuando “El Barrilete Cósmico” tomó la pelota desde la mitad de la cancha y dejando a medio equipo inglés en el camino, terminó definiendo ante Shilton como los grandes para sentenciar el encuentro y allanar el sendero hacia ese segundo título, venciendo a Alemania 3-2 en el partido final.

Otra vez, cuatro años después…

Sin embargo, la historia de la “Mano de Dios” no termina ahí pues cuatro años después, en Italia 1990, Maradona protagonizó “La otra mano de Dios”.

Fue un 13 de junio en el mítico San Paolo, frente a la Union Soviética, días después de caer ante Camerún en el primer partido de ese torneo, cuando Diego sacó con la mano un balón de la portería, impidiendo el tanto rival y ayudando a la posterior victoria de su selección por 2-0.

Aquella “Mano de Dios” no fue tan mediática; todos, incluido Ian Wellworth, recuerdan muy bien lo ocurrido en México 86, unos como la obra maestra, el  fruto del ingenio y la picardía de un futbolista extraordinario; otros como la que tal vez sea la mayor trampa en la rica historia de los Mundiales.