En el baloncesto de gran nivel hay un viejo adagio que dice que “lo único que no se enseña, es la estatura”. Esto haciendo alusión a que prácticamente el resto de capacidades para jugar al deporte de las alturas son adquiribles hasta cierto punto, a diferencia del tamaño.

Es una frase trillada y que no engloba todo lo que representa una disciplina tan compleja como el básquet, pero ciertamente ilustra sobre la importancia de ser aventajado en centímetros frente al resto.

Por esa razón, no son pocas las escuadras de todo el planeta que buscan atletas altos para sumarlos a sus filas, incluidas las de la siempre difícil y competida NBA. Estos suelen encontrarlos en diversos lugares del mundo pero rara vez en Sudamérica, donde la población promedio tiende a ser un poco más bien ‘bajita’.

Aun así, hay una marcada excepción en el caso de Jorge González, un argentino nacido en Formosa que en la década de los 80’s impresionó a un quinteto norteamericano con sus dotes, pero principalmente por su voluminosa figura.

Se quedó a las puertas

Corría el año 1987 cuando los Atlanta Hawks se enteraron de la existencia de este sureño. La detección se dio gracias a Richard Kaner, un experimentado cazatalentos que era  jefe de scouts de la escuadra de Georgia y que vio a González en la Copa Navidad de aquella época. Al darse cuenta de que era un prodigio de la naturaleza, este hombre decidió recomendárselo al coach Mike Fratello, quien llevaba las riendas del equipo grande en ese momento.

De esa manera empezaron a seguir a Jorge, un baloncestista que a pesar de su imponente estatura de 2,29 metros (datos oficiales de la NBA) se movía con una buena coordinación y ya había promediado un doble doble en su primera campaña en la LNB (22.3 puntos y 10.9 rebotes).

Para el preolímpico de Montevideo en 1988, el dueño del club, Ted Turner, que a su vez era el propietario de la cadena CNN, decidió darle seguimiento a través de la misma a ese torneo para observar al chico y luego de su gran participación en un duelo ante la dura selección de Puerto Rico, decidió que era momento de firmarlo.

Así fue como en la tercera ronda del Draft 88′, específicamente en el puesto 54, fue elegido el muchacho formoseño haciendo historia al ser el primer albiceleste en recibir tal oportunidad. Tres turnos después escogieron los Sixers a Hernán Montenegro, la otra gran promesa del baloncesto argentino en aquel entonces.

Ya en el campus de entrenamiento de los Hawks todo parecía ir viento en popa para el enorme González, pero las cosas no serían tan sencillas. Tenía talento, es cierto, pero su desplazamiento sobre el tabloncillo no era el mejor y jamás alcanzó llegar a los 140 kilogramos que le estipularon como meta para poder inscribirlo en la nómina principal.

Jugó algunos encuentros amistosos en giras de pretemporada y amenazó con formar parte de aquella divisa liderada por un explosivo Dominique Wilkins, la cual tenía como plan dar la gran campanada en la Conferencia del Este, pero jamás ocurrió. Su contrato se venció y tuvo que tirar de otro talento.

Llegó a la WWE

Desechado por los Hawks tras no cumplir con los requerimientos físicos, la lucha libre profesional tocó la puerta de este masivo individuo. En ese momento, Jorge González no lo dudó y aprovechó su dotación para hacer parte de la WWE, la mejor liga de lucha del planeta.

Bajo un muy bien remunerado contrato de 5 años y con el nombre de El Gigante, estuvo durante ese tiempo en los cuadriláteros más importantes del momento. Tanta fue la fama que acumuló que participó en la serie Baywatch junto a Pamela Anderson y David Hasselhoff.

Muerte prematura

Con solo 44 años de edad y luego de severos problemas de salud a causa del desarrollo de una enfermedad llamada acromegalia, Jorge González dijo adiós a este mundo en el año 2010 en su país natal.

Sin lugar a dudas, una historia apasionante la de su vida y legado, el cual seguro perdurará por unas cuantas generaciones.