Suave, despacio; la sincronización perfecta de manos y piernas producen un ritmo vertiginoso, propio de las pruebas rápidas en el atletismo, pero hay tanta perfección en ella, en su mirada, en su sonrisa corta, que solo resta observarla, luego seguir mirando como libera la tensión soltando el aire despacio, también con gestos cortos y cierto rictus en el rostro como recurso psicológico para disipar la presión del momento, todo es fruto de la preparación y el enfoque mental para la carrera; es Allyson Félix en la pista, Allyson Félix, la corredora más grande de todos los tiempos a punto de decir adiós.

Y así, como si de una balada se tratase, con pausas, en cámara lenta, fuerzo la memoria para retener de modo milimétrico cada movimiento, la zancada, los primeros 100 metros, los 200, el cierre, el esfuerzo de las rivales, la algarabía de la gente, la voz del entrenador, el ritmo es rápido, pero en mi memoria voy reteniendo cada instante, el mismo tiempo lo retengo, las personas, las palabras, el silencio, después otra vez las palabras y la emoción contenida y hace unos meses en Eugene, Allyson Félix se despidió para siempre a sus 36 años y no quiero olvidar el momento, su legado, no, es algo casi prohibido.

Escenas

Pienso en todas las secuencias, como en un filme y a mi mente viene la historia de Carson McCullers, La balada del café triste y es que uno como amante del deporte y apasionado del atletismo no puede sentir otra cosa, pues es algo triste, esa idea de la soledad, de pistas vacías tras el retiro, de 20 años que se fueron también como un montón de horas robadas que pasaron ante nuestros ojos en esa jornada histórica durante el último Campeonato Mundial.

Allí ante su público, tuvo dos despedidas, primero cuando el bronce en el relevo mixto 4×400, después, como debía ser, en un momento hecho a su medida, luego de la exigencia para el último esfuerzo, llegó el oro en el relevo 4×400 femenino, la medalla 20.

Historia viva

Se dice fácil, pero fueron 20 años de carrera y 20 medallas en Mundiales, de ellas 14 de oro y por si esto fuera poco, también Allyson Félix sumó 11 preseas olímpicas, dejando bien atrás a la estelar Merlene Ottey con sus 14 medallas en Mundiales y 9 en Olimpiadas; así como las 14 del fenómeno Usaint Bolt en justas del orbe y las 8 en las citas bajo los cinco aros.

Desde aquella medalla de plata en Atenas 2004 en 4×400 femenino, el mundo del atletismo, nosotros los fanáticos y aficionados a la as carreras, todos sabíamos que se estaba forjando una leyenda con esa muchacha de piernas largas y potencial como pocas, tanto en la arrancada como en el cierre, en esos remates de infarto durante los metros finales.

La despedida

Lo hacía fácil, como si caminara en el aire, con una fluidez como si estuviera gravitando en la pista, sin el indicio siquiera del más mínimo fallo, todo un cúmulo de belleza sin límites, como lo evoca tanta perfección; así se mostraba, así lo hizo Allyson Félix en su despedida hace unos meses en Eugene.

En otra dimensión, la pierna extendida, evitando flexiones de rodillas y de tobillo para abarcar más distancia con la zancada, es el modelo ideal de corredor, una maestría que solo podemos ver cada 50 o cada 100 años, por ello, la idea de la balada en el café triste, se vuelve a imponer, pues en el año que Federer lloró, cuando se despidió Alejandro Valverde y también Serena Williams, en este año vimos por última vez a una de las mejores deportistas de este siglo y esto no es mucho decir.