Siete casos en diez días, 25 suspendidos en el año 2022, 52 cumpliendo sanción en la actualidad y desde el 2016, Kenia está clasificada como categoría A en la lista de vigilancia de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Datos que confirman que el atletismo keniano, cuarto en el medallero del último mundial con diez metales, tiene un serio problema con el dopaje. Más, teniendo en cuenta que una decena de los casos son por positivos en triamcinolona acetónica, una sustancia que solo fue detectada a mayores en dos atletas en el resto del planeta. Todo apunta, incluso, que la sangría no se detendrá y qué nuevos casos saldrán a la luz en poco tiempo.

Kenia es una de las grandes potencias del atletismo mundial, el paraíso del fondo desde hace décadas. Pero la AIU (Unidad de Integridad del Atletismo) ha puesto el foco en los tramposos y los últimos en caer han sido Marius Kipserem, doble ganador en la maratón de Róterdam en los años 2016 y 2019, y Diana Chemtai, que venció en Boston (uno de los maratones de referencia) el pasado año.

Ellos se unen a otros cazados en este mes loco como Philemon Kacheran, tercero en Valencia (positivo en testosterona); Mark Kangogo, último vencedor de la Sierre-Zinal (nandrolona y triamcinolona); Keneth Kiprop, que se hizo con las medias de Praga y Lisboa este año (metasterona); Ibrahim Mukunga, que venció en media de Helsinki, por nandrolona, y Betty Wilson, por triamcinolona acetónica.

También fue detectada esa sustancia en el cuerpo del ocho veces medallista olímpico Bradley Wiggins, pero no fue sancionado por una controvertida exención por uso terapéutico. Fue anterior al año 2012, cuando ganó el Tour de Francia.

En el año 2010 se detectaron una serie de casos que invitaron a incrementar la vigilancia en Kenia. En el 2016, se puso en marcha un proyecto de la Unidad de Integridad de la World Athletics (federación mundial), que tenía como reto conocer el desarrollo de las prácticas de dopaje en Kenia, buscando a gente involucrada a todos los niveles para, a continuación, constituir una red para abordar la problemática. Esto significó que aparecieran muchos más casos, aunque sin alcanzar los niveles del 2022.

El medio centenar de suspendidos en la actualidad ha provocado que la Federación de Kenia ponga en marcha una campaña para lavar la imagen de su atletismo. «Kenia ha fortalecido la unidad de reconocimiento e investigación con el objetivo de acabar con los carteles y llevar la lucha contra el dopaje a un nuevo nivel», comentó un portavoz. Por el momento, están más que nunca en el ojo del huracán.

Para muchos en Kenia triunfar en el atletismo es una cuestión de subsistencia. «Solo tienen un objetivo, que es cambiar su vida. Si eres pobre, ves dinero ahí. Ves mucho dinero ahí», comentó a Let’s Run el agente italiano Gianni Demadonna, una de las personas que más atletas kenianos representa.

Porque entre ser bueno o de los mejores hay una diferencia abismal en el terreno económico, por eso están dispuestos a cualquier cosa. «La diferencia entre ser el número 1 y ser el número 10 de un maratón es increíble. En Boston, el primero se lleva 150.000 dólares y el décimo, igual 5.000. Es cierto que con una carrera te puede cambiar la vida», comentó el agente, mientras precisaba que no estaba defendiendo el dopaje, «solo explicando las razones que pueden estar impulsando a estos atletas a volverse tan estúpidos», apostando por métodos ilegales para aumentar su rendimiento. Declaraciones al margen, la sospecha de que la mano alargada de los agentes y otros colaboradores pueda estar detrás está bastante extendida.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que el dopaje está tipificado en el código penal de Kenia como delito penal desde el año 2016, aunque pocos corredores han sido sancionados por el gobierno por esta cuestión. Un recurso que quizás tengan que aplicar a partir de ahora.