La Fórmula 1 hace años que está metida en una campaña para expandir sus horizontes y conquistar a una mayor cantidad de público que se fanatice por la velocidad y el mundo del Gran Circo. Pero a veces, esa idea puede irse de las manos por la ambición hacia el dinero que pueden pagar ciertos destinos que quieran recibir a la categoría.

La decisión de confirmar una carrera en Miami ante la creciente popularidad de la Fórmula 1 en Estados Unidos fue justificada por la promesa de los organizadores de brindar una experiencia única en un circuito callejero construido especialmente para la ocasión y con muchas actividades típicas del destino turístico que es la ciudad de Florida.

A la hora de presentar un modelo virtual con las bondades del circuito, se pudo ver una piscina artificial con yates y barcos a pocos metros del asfaltos por donde correrían los monoplazas. Es decir, una especie de tribuna acuática. Lo que parecía una simple licencia artística para aumentar la expectativa por la celebración de la carrera, terminó siendo verdad con imágenes actuales del circuito, a menos de dos semanas de su realización, con los barcos ya instalados a la espera de que esa piscina artificial se llene de agua.

Las reacciones difieren entre quienes se lo toman a risa, recordando el mundo de ostentación y excesos que ha sido siempre la Fórmula 1, y los que son más críticos y echan en cara a la organización estas cosas que chocan diametralmente con las políticas de huella de carbono cero de las que tanto están presumiendo en los últimos años y que de hecho son un absurdo con el emplazamiento de esta carrera en el calendario, puesta entre dos citas europeas con todo el traslado de personal y material y ello conlleva.

Los barcos están colocados a la espera de que se llene de agua el lago artificial

Con entradas para el fin de semana de la carrera a partir de casi US$1.000 y pases de admisión general para un solo día desde cerca de US$600, Miami F1 también promete ser uno de los eventos automovilísticos más caros del año. Los paquetes de hospitalidad de tres días, todavía disponible en línea a partir del 25 de abril, comienzan en torno a los US$4.800.

La ostentación viene acompañada de cierta irritación. Lejos de un circuito situado en el corazón de una ciudad, como el Gran Premio de Mónaco, la pista de F1 de Miami, que es temporal —completada con arena importada para una playa falsa de unos 2.200 metros cuadrados—, está ubicada más cerca del aeropuerto que de las luces de South Beach.

La experiencia también incluye una playa artificial con stands de música y baile

De esta forma, se abre una contradicción entre los valores de los nuevos dueños de la Fórmula 1, que por un lado quieren mostrar una categoría plenamente sustentable, con prioridad a la seguridad, las carreras y el público tradicional. Pero por otro, lleva a los pilotos a correr en circuitos peligrosos como el de Arabia, con curvas ciegas y trazados muy estrechos (sin contar que la carrera en Jeddah se realizó bajo amenazas de atentados).

En fin, Miami será un nuevo episodio del mundo de la Fórmula 1 que quedará en la historia como esta nueva intención del Gran Circo de recordar los viejos tiempos en los que se visitaban lugares de todo el mundo sin importar demasiado el por qué. Y para colmo, el año que viene se suma Las Vegas.