Si hablamos de baloncesto de buen nivel siempre apuntaremos la mirada hacia el país donde se inventara este deporte, es decir los Estados Unidos, que ha sido la cuna de los mejores jugadores, o al menos eso es lo que hemos presenciado en su liga que es la de mayor atracción en el mundo.

Pero si nos enfocamos a nivel de selecciones, se tuvo que esperar hasta 1992 para que pudieran reunir a toda su constelación de figuras de la NBA y comenzar realmente su dominio mundial en cualquier competición de FIBA; sin embargo, antes de que esto ocurriera, se pudiese decir que era una selección terrenal de jugadores al cual se le podía vencer en más de una ocasión.

Y esto nos lleva a retroceder exactamente unos 50 años atrás, cuando el planeta se paralizaba en medio de la Guerra Fría que tenía como protagonistas a la entonces Unión Soviética y que también mostraba un claro dominio en el medallero de los Juegos Olímpicos de Munich de 1972.

En esa competición, soviéticos y estadounidenses trasladaron su ‘enemistad’ al tabloncillo, ya que sus seleccionados lograrían avanzar a la final del baloncesto masculino, siendo uno de los partidos más polémicos en toda la historia de esta disciplina, en donde Estados Unidos estuvo a solo 3 segundos del oro olímpico, pero ocurrieron ciertos detalles que, aún a la fecha de hoy, siguen retumbando en los oídos de quienes protagonizaron aquella jornada.

La entonces URSS llegaba con 49 medallas doradas en esa edición de Munich, y se comenzaba a rumorear que iban a recibir ‘algunas ayudas’ en este duelo final para así ganar la presea 50, que curiosamente iba a coincidir con el aniversario #50 de la nación soviética. En ese entonces, EEUU llevó a la selección más joven de su historia, mientras que su rival si contaba con sus mejores jugadores.

El encuentro decisivo lo comenzaron dominando los europeos, pero que en la segunda mitad logró emparejarse y así llegar a los segundos finales, con un marcador aún favorable de 49-48 por los soviéticos, típico de los partidos de FIBA, y acá es donde comenzaría toda una serie de irregularidades y ‘ayudas’ que ya mencionábamos previamente.

A falta de solo siete segundos para el final, Doug Collins, el mismo que posteriormente fuera entrenador de Michael Jordan, robó un balón a Aleksander Belov y al momento de irse hacia la canasta, recibió una fuerte falta de Zurab Sakandelidze y que lo terminara enviando a la línea de tiros libres, logrando encestar sus dos intentos y colocando a su equipo al frente, restando ahora solo 3 segundos por jugar.

La primera polémica

Los soviéticos inmediatamente sacaron desde el fondo, pero no les alcanzó el tiempo ni siquiera para llegar a la mitad de cancha, cuando sonó la chicharra y los ‘gringos’ comenzaban a festejar su victoria; se produjo una protesta de parte de todo el cuerpo técnico europeo ya que alegaban haber pedido tiempo pero como había mucho ruido en el gimnasio de Munich, en la mesa técnica no alcanzaron a escuchar.

Ante tanta reclamación, los árbitros para sorpresa de muchos, decidieron conceder el descuento de tiempo al entrenador Víctor Kondrashin y de nuevo se regresaban los 3 segundos finales del partido en la pizarra; esto no culminaba acá.

La siguiente polémica

Una vez concluido el descuento de tiempo, los soviéticos volvieron a sacar desde el fondo, pero al momento de dar el primer pase, la bocina final volvió a sonar, aparentemente de forma anticipada, producto de un ‘error’ en la mesa técnica, y con ello hubo una invasión de aficionados al tabloncillo para festejar con los jugadores norteamericanos, quienes técnicamente eran los vencedores.

Y en medio de todo este revuelo, nuevamente los jueces se reunieron con las autoridades técnicas y con el propio Secretario de FIBA que estaba presente, quienes de forma inesperada decidieron repetir la jugada; ante esto, EEUU elevó una protesta, pero el reloj de nuevo regresaba, por segunda vez, a los 3 segundos para el final.

La jugada final

Por tercera vez, la URSS efectuaba el saque de fondo, por medio de Iván Edeshko, con un pase tan preciso hacia la zona de la pintura donde defendían los norteamericanos, en donde se logró erigir Alexsander Belov ante dos defensores y de forma increíble y de película tomó el balón y lo encestó solo debajo del canasto y entonces le dio la victoria por 51-50 a los soviéticos y de nuevo la locura se desataba en el escenario alemán.

Fue tal el reclamo de los estadounidenses que se llegó a conformar una comisión entre cinco países, entre ellos Cuba, Polonia, Hungría, Puerto Rico e Italia, quienes efectuaron una votación final que terminara en 3-2 a favor de mantener el resultado obtenido y quedaba sin efecto cualquier intento de repetir otra vez esa acción.

No se había visto una polémica tan grande como esta hasta ese entonces; a tal punto que los jugadores de EEUU se negaron a asistir a la ceremonia de premiación y a recibir la medalla de plata, y hasta la fecha, ninguno las ha querido aceptar y no solo eso, sino que se le han prohibido a cualquiera de sus familiares y descendientes.

Reacciones no se hicieron esperar; “nos la han metido”, dijo Richard Nixon, el presidente del momento de los Estados Unidos.Ahora sé que Dios existe”, indicó un eufórico Leonidas Breznev, el secretario general soviético.

Aún se comenta que las medallas de plata siguen resguardadas en un banco reconocido de Munich, y que nadie las ha ido a reclamar; el propio Doug Collins declarando a ‘The Athletic’ ha reconocido que, aunque no estuvieron de acuerdo con lo sucedido en aquella noche, pudieron haber aceptado las preseas plateadas.

Sin duda, uno de los hechos más recordados en toda la rica historia de los Juegos Olímpicos, algo solo comparable con las fricciones observadas en Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, aunque éstos fueron situaciones ajenas al deporte; solo sabemos que, 50 años después, Estados Unidos aún sigue a tres segundos del oro.