El serbio venció al griego Tsitsipas por 6-7 (6-8), 3-6, 6-3, 6-2 y 6-4 y obtuvo el 19° Grand Slam de su carrera; quedó a uno del récord de Federer y Nadal.

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Desde el mismísimo primer game, Djokovic presionó y buscó intimidar a Tsitipas, pero el heleno pudo superar los dos break points en contra, con dos aces incluidos (1-0). La tensión dominó la escena desde el arranque, como era de esperar: se advirtió en el gesto adusto de ambos. Sin embargo, el nivel de concentración en sus juegos de servicio fue extremo. Construyeron un partido intenso, ardiente en cada movimiento, con peloteos resueltos por detalles.

El griego, más fresco de mente, manejó bien la presión y basó su juego con la derecha, tratando de desplazar a Djokovic. Llegando a la media hora, hubo un momento de incertidumbre cuando el serbio corrió hacia adelante para intentar alcanzar un contra-drop del griego, pero se le enterró el pie derecho sobre el polvo de ladrillo, perdió el equilibrio y se cayó: estuvo cerca de golpearse contra un cartel publicitario, pero se puso de pie, se limpió la tierra y siguió adelante.

Foto Tsitsipas

Tsitsipas, impulsado por el aliento de una muy buena porción de los cinco mil espectadores que latieron desde las tribunas del Philippe Chatrier, tuvo un primer set point en el décimo game (con Djokovic sirviendo 4-5), pero no lo pudo aprovechar (5-5). De inmediato, fue Nole quien peleó para generar y contar con una oportunidad de rompimiento, y sí la tomó (6-5). El griego, campeón de la Copa de Maestros de Londres 2019, no se intimidó, al contrario: continuó castigando la pelota y fue así como le quebró el servicio al balcánico (6-6).

Eléctricos, llegaron al tie-break, Tsitsipas se adelantó por 2-0 (doble falta de Nole incluida); pero el serbio, un experto en recuperaciones, lo dio vuelta y quedó arriba en el marcador, tuvo su primer punto para set, pero Tsitsipas se defendió en forma estupenda y llegó a su segundo set point. Con el reloj marcando una hora y ocho minutos de juego, el griego se adueñó del parcial, dando un primer paso clave ante un rival que llegaba de una batalla épica frente a Nadal, el trece veces campeón en París, de casi cuatro horas y media.

Foto Djokovic

En el lenguaje corporal de Djokovic desde el inicio del segundo parcial se pudo observar que había sentido el impacto: ahogado, sin pimienta, irritado, por momentos cabizbajo. Y esa sensación se consumó en el score, muy rápido: empezó sirviendo Nole y Tsitsipas consiguió el quiebre, firme, con autoridad (1-0). Decidido, ágil y lúcido, como si no le pesara estar jugando su primera final de Grand Slam, Tsitsipas logró el control y no lo cedió. Su derecha fue una pesadilla para el número 1 del mundo, no mostró grietas con su revés (de una mano, como en la vieja escuela), volvió a quebrarle el servicio a Djokovic en el séptimo game (5-2) y, sin vacilaciones, se apropió del segundo parcial (6-2).

Más allá de la amplia distancia en el score, era una osadía pensar que Djokovic podría tirar la toalla. Aquel que creyó eso lo hizo desconociendo su historia. En el tercer set no disminuyó la intensidad y en el cuarto game, con Tsitsipas sirviendo 1-2, Nole generó, como un rayo, cuatro oportunidades de quiebre que el griego defendió con sagacidad. Pero en la quinta chance ya no pudo prohibirle el impulso al balcánico. Djokovic, jugando mejor ante las urgencias (como hacen los distinguidos), mejoró sus registros de servicio en el momento necesario (61% de primeros saques, el 71% de puntos ganados con el primer servicio y el 73% con el segundo), se plantó sobre el court más adelante, aprovechó cierta pasividad de Tsitsipas, se sintió más cómodo y ganó el set (6-3).

Cerca de las seis de la tarde de un domingo soleado en París, Tsitispas intentó enfriar el match, tomarse un respiro, se fue al vestuario y, al regreso, fue atendido en la zona lumbar por el fisioterapeuta argentino Alejandro Resnicoff. El heleno, en su momento más inseguro de la jornada, empezó sirviendo en el cuarto set, pero cedió el saque (0-1). Trastabilló, se apagó, empezó a maldecir (arrojó la raqueta). Pareció un boxeador groggy contra las cuerdas.

Novak, uno de los tenistas más efectivos de todos los tiempos siendo contemporáneo de Nadal y Federer, con lo que ello significa, se agigantó. Volvió a quebrar en el tercer game (3-0) y terminó llevándose el set por 6-2, forzando la definición en el quinto set, algo que no sucedía en el Abierto de Francia desde 2004, con la final ganada por Gastón Gaudio frente a Guillermo Coria. Los registros indicaban, además, que Novak ya había triunfado cinco veces después de perder los dos primeros sets (la última, en este mismo torneo, ante el italiano Lorenzo Musetti, en la 4a ronda).

Llegó la hora de la gran verdad en el Philippe Chatrier, con gladiadores compitiendo con el corazón en la mano, desgastados, lanzando golpes de película. Con la sombra cubriendo medio court parisiense y las luces artificiales encendidas en lo alto del estadio central, empezó sirviendo Tsitsipas y sostuvo saque. Lo mismo hizo Djokovic. No hubo paz.

“¡Nole! ¡Nole! ¡Nole!”, rugió el público, advirtiendo el momento cumbre. “¡Tsitsipas! ¡Tsitsipas! ¡Tsitsipas!”, devolvieron desde otro rincón. El Coliseo romano trasladado a la capital francesa. Novak, elástico y voraz, le rompió el saque, una vez más, a Tsitsipas (definitiperdió y se adelantó 2-1. Llegaron al séptimo game con el ateniense sirviendo 2-4 y 15-40, pero resistió (3-4). Nole defendió su servicio (5-3) y coqueteó con otro rompimiento, pero el griego aguantó (4-5).

Una ovación se derramó sobre el Bois de Boulogne. Fue música para los oídos de Novak, que tuvo un primer match point, pero lo salvó Titsipas con un poético revés paralelo. Claro que Nole contó muy pronto con un nuevo punto para campeonato y, con el reloj marcando las 19.24 en París, cerró una actuación novelesca, dando un paso más en su firme búsqueda de ser el tenista más exitoso de todos los tiempos al final del camino. A los 34 años, tiene todo para cumplirlo: capacidad atlética estupenda, cualidades tenísticas de altísima jerarquía y fortaleza mental a prueba de cimbronazos (virtud que los mejores de la nueva generación todavía no consiguen).