Los Fernández se mudaron a Canadá cuando el pequeño Jorge tenía apenas cuatro años de edad. Con el tiempo, Jorge creció y se decantó por el futbol como modo de vida, a pesar de que sólo llegó a jugar en las ligas semi profesionales del país. Si bien sus padres se volvieron, Jorge se quedó a vivir en Canadá junto a su esposa Irene, canadiense de ascendencia filipina.
Juntos, tuvieron a Leylah el 6 de septiembre de 2002 en la ciudad de Montreal. Rápidamente, la niña heredó el gusto por el deporte de su padre, pero en vez de patear una pelota N°5, agarró un raqueta y se fascinó por el tenis.
Así fue como se inscribió con apenas cinco años a un programa de desarrollo de jóvenes deportistas para aumentar ese potencial que empezaba a mostrar en el tenis. Pero la alegría iba a durar poco, porque apenas un año después, ya no la tuvieron en cuenta y tuvo que dejar el programa.
Lo que parecía el fin de la carrera deportiva de Leylah, terminó siendo todo lo contrario. Porque Jorge, al ver el desconsuelo de la pequeña y de no poder convencerla de que ahora iba a poder hacer otra cosa, se decidió: la iba a entrenar él mismo.
Ya retirado de la práctica profesional del fútbol, Fernández había comenzado el curso de entrenador de que abandonó cuando le faltaban seis meses para recibirse y conseguir la licencia. Todo para dedicarse a tiempo completo al sueño de su hija.
Los primeros años fueron muy duros, ya que Jorge nunca había entrenado niños, como mucho había dirigido hombres de 16 años para arriba. Así que tuvo que adaptarse lo más posible a ella. De todas formas, Jorge hacía todo esto de forma recreativa. No pensaba que Leylah iba a querer competir al más alto nivel.
A los siete años ganó su primer torneo juvenil y allí, el padre vio algo distinto en su hija. Realmente se convenció de que la niña estaba totalmente focalizada en su meta y encaraba cada partido como si fuera lo más importante de su vida.
Los entrenamientos cambiaron por completo, ahora focalizados más en la técnica y en corregir los aspectos de su juego. Jorge empezó a ver videos y a interiorizarse más con el deporte. Así, Leylah con apenas doce años, Leylah ganó el Campeonato Nacional Sub-16, en el que enfrentó a tenistas cuatro años más grandes que ella. Era hora de cambiar el enfoque.
Sumó a su preparación un equipo de trabajo que asistió a Jorge en cada preparación a los torneos que Leylah se presentara. Así, los resultados empezaron a llegar en una carrera que prometía cada vez más. Pero su padre seguía firme, ya no tanto para entrenarla, sino para aconsejarla.
La norma fue que jugara con alegría, que disfrutara cada momento en la cancha. Que no echara culpas a nadie y no se ponga más presiones de las necesarias. Eso hizo que, hasta el día de hoy, jugara ante las mejores tenistas del circuito con una soltura complicó a más de una. Como si no tuviera nada que perder.
Con esa mentalidad, llegó a la final del Abierto de Australia en la categoría junior en 2019, perdiendo en la final ante Clara Tauson. Pero tendría revancha al ser la primera canadiense en ganar Roland Garros en esa categoría al vencer a Eugenie Bouchard.
El debut profesional se dio en ese mismo 2019 y el roce con las principales figuras del circuito fue mayor. De los Challenger pasó a la WTA en 2020 y llegaron los torneos de Grand Slam. Allí Jorge veía que a su hija le faltaba algo, un plus desde lo físico a la hora de enfrentar a las mejores.
Y rápidamente se contactó con el preparador físico cubano Duglas Cordero, quien tiene su propia academia en Miami y que ha entrenado a jugadores de renombre como Dominic Thiem y Fabio Fognini, siendo especialistas en tenistas de menor tamaño.
Como Leylah tenía un juego explosivo, el principal problema estaba en la recuperación y la intermitencia. Los ajustes fueron exclusivamente referidos a su rutina de trabajo y los resultados se vieron inmediatamente.
En este 2021 ganó su primer título de la WTA al ganar el Abierto de Monterrey sin ceder ni un solo set en el torneo. Ahora, en este US Open su juego alcanzó niveles estratosféricos y superó la tercera ronda de un torneo de Grand Slam por primera en su carrera, nada más y nada menos, que llegando a la final en su segundo año en el circuito.
Su padre sigue siendo su entrenado, su consejero y su asistente. Del fútbol, pasó al tenis sin escalas. Leylah tiene un futuro enorme por delante. Y más alla del resultado ante Emma Raducanu en el Arthur Ashe, la alegría de jugar seguirá manteniéndose.