La del deporte femenino es la historia de una lucha. A lo largo de los siglos, las mujeres han tenido que abrirse paso en contra de los prejuicios y las trabas que les ponía una sociedad que creía que ellas no podían, o no debían, hacer deporte.
Aún queda mucho camino por recorrer para que el deporte femenino se equipare al masculino. El peso de siglos de discriminación aún se hace notar. Sin embargo, gracias a la lucha de muchas mujeres a lo largo de los siglos, hoy en día se considera normal en la mayoría de países que ellas participen en competiciones profesionales o hagan deporte como aficionadas. Pero quedan muchas brechas abiertas en los principales deportes del mundo.
– Fútbol
El caso del fútbol es quizá el más llamativo. Mientras las grandes figuras masculinas rebasan sin problemas los 10 millones de euros de salirio (Neymar más de 35), la brasileña Marta Vieira, una de los referentes estos últimos años y actualmente jugadora del Orlando Pride, cobra 500.000 dólares. Mientras el club ganador de la Champions recibe sólo por vencer en la final unos 15 millones de euros, sus homólogas femeninas perciben 250.000.
Obviamente, que los ingresos generados por ambas ramas están en las antípodas. Así se explica como se puede pagar tantos millones por un jugador, a diferencia de una jugadora. Pero es aquí donde se abre el interrogante. ¿Cómo puede un deporte generar ingresos, si no capta la atención? Ahí es donde entra la lucha por la difusión y el protagonismo, que hacen que, por ejemplo, se haya visto un Wembley lleno en la final de la FA Cup femenina hace unos días.
En otros deportes, como baloncesto (que tiene la prestigiosa WNBA) o el tenis (donde el circuito de la WTA acapara cada vez más atención), la brecha se va reduciendo cada vez más, aunque sigue habiendo diferencias astronómicas en rating e ingresos.
– Inclusión
Muchas instituciones tradicionales, como clubes o colegios, aún mantienen el status de “solo para hombres”, continuando una tradición que ya lleva mucho tiempo en contra de los movimientos actuales y sociales, que abogan por la inclusión y la igualdad. Pero de a poco eso se va rompiendo. Un caso conocido es el del Club de Golf Muirfield, que abolió su política de no admitir a mujeres hace unos meses. En 2016 los miembros de la Honourable Company of Edinburgh Golfers votó contra el ingreso de mujeres en el club. The R&A, que organiza el British Open, le negó las organización en el futuro de este torneo y, en 2017, una nueva votación aprovó la inclusión de mujeres. En cualquier caso sigue la amplia diferencia en la bolsa de los torneos en este deporte.
– Vestimenta
En julio de este año, la selección femenina de beach handball de Noruega decidió competir con shorts en lugar de bikinis en el partido contra España por el tercer puesto del Campeonato Europeo, lo que derivó en una multa económica por parte de la FEH (Federación Europea de Handball), dado que, en aquel momento, incumplieron una norma de vestimenta impuesta por las autoridades de dicho deporte. La normativa obligaba a las jugadoras a usar bikini, mientras que los equipos masculinos podían usar shorts comunes.
La determinación tuvo múltiples críticas y acusaciones de sexismo, por lo que ahora, casi cuatro meses después, la Federación Internacional de Handball (FIH) anunció que ya no será obligatorio el uso de bikinis para las jugadoras, que podrán utilizar shorts ajustados (de tipo ciclista) y tops que cubran todo el torso de su cuerpo.
A veces, la vestimenta va de la mano con la religión, como el caso de Anna Muzychuk, que no pudo competir para revalidar sus dos títulos mundiales de ajedrez, ya que el campeonato se disputaba en Arabia Saudita y obligaban a usar a las a las participantes femeninas el abaya, una túnica que llevan las mujeres árabes. Este país no impuso el hiyab, pero sí otras normas de vestimenta y conducta. Otra ajedrecista, Dorsa Derakhshani, abandonó Irán porque no la dejaban competir sin el hiyab.