Una de las historias que, seguramente, quedarán en el recuerdo de Tokio 2020 será la de Julius Ssekitoleko. El levantador de pesas ugandés había llegado a Japón a mediados de junio junto a los otros ocho atletas que representarían al país africano en los Juegos. Pero, cuando un día lo fueron a buscar al hotel, ya no estaba.

Ssekitoleko había sido aislado, junto al resto de la comitiva, debido a que en su avión había sido confirmado un caso positivo de Covid-19. Mientras se quedaba en el hotel, fue notificado de que no participaría en la competición debido a que no cumplía con los requisitos mínimos de clasificación. Y al verse obligado a regresar a su país, se fugó.

Cuando lo fueron a buscar para realizarse las pruebas obligatorias de Covid-19, solo encontraron su pasaporte y una nota que explicaba que no tenía intención de regresar a Uganda y que se quedaría a probar suerte en Japón trabajando en busca de una mejor calidad de vida.

Recién ayer, despúes de varios días de búsqueda, lo encontraron en la localidad de Mie, en el centro de Japón, a varios kilómetros de Osaka, donde se hospedada junto a sus compañeros. Ssekitoleko fue hallado por la policía local y vuelto a poner en aislamiento. Ahora, el atleta africano corre el riesgo de sufrir sanciones por poner en riesgo la salud pública de los ciudadanos japonenes, y por quebrantar varias reglas estrictas sobre la circulación de los deportistas fuera del hotel.

Los organizadores de los Juegos tienen un detallado protocolo en el que los atletas deberán notificar sus movimientos y no salir del hotel o de la Villa Olímpica sin ser necesario, respetando siempre el uso de la mascarilla y la distancia mínima de un metro respecto a otro.