Desde el comienzo de los Juegos Olímpicos de 2021, la indumentaria femenina se convirtió en un tema muy importante. Varias discusiones sobre la diferencia entre los uniformes que usan las mujeres y los hombres se plantearon en redes sociales.

Mientras que los equipos masculinos visten ropa holgada y larga, las mujeres tienen que llevar atuendos diminutos y ajustados. Sobre todo en los deportes de verano que se practican en la arena, lo cual favorece a la sexualización del cuerpo femenino, además de resultar incómodo para las competencias.

— Adriana F. Alcol (@adrianafalcol) July 28, 2021

Se podría pensar que estos “pequeños escándalos” que entran en erupción cada tanto y que parecen calcados unos de otros, son fruto de un feminismo cada día más incisivo, que no pasa ni una. Pero es que casi todos los casos recientes demuestran que son las federaciones controladas mayoritariamente por varones las que están aplicando criterios anacrónicos, o como mínimo muy poco atentos al sentir general (como mínimo al femenino) a la hora de ‘atacar’ la cuestión de las equipaciones de las mujeres.

Lo dejó al descubierto sir más lejos, en 2012, la Federación Mundial de Bádminton con un nuevo reglamento que estipulaba que las jugadoras del circuito internacional debían llevar falda o vestido. De esta forma, su ropa “haría más atractivo el deporte”. Las críticas no se hicieron esperar, normal, y retrocedieron. Pero es que dos años antes, la Federación Internacional de Baloncesto, la poderosa FIBA, también había propuesto modificar la equipación femenina y hacer los uniformes pegados a la piel. Su propio secretario general, Patrick Baumann, defendió la propuesta con frases como “son unas grandes atletas, pero también unas atletas muy hermosas, y no hay razones para no mostrarlo” o “no hablamos de ir hacia el uniforme del voley-playa, sino de hacerlo confortable, pero más femenino”.

Esto nos ayuda a recordar inevitablemente la polémica de hace unos años sobre la equipación de las jugadoras de voley-playa, obligadas desde los Juegos Olímpicos de Sídney por la Federación Internacional de Voleibol, la FIVB, a usar bikini en sus competiciones. Entre otras cosas, su reglamento estipulaba que la parte inferior no podía tener una anchura mayor de 6 cm en la cadera, una ‘medida’ muy difícil de justificar desde algún punto de vista que no fuera el de hacer más atractivas a las jugadoras. El asunto, que hizo correr ríos de tinta, se zanjó en los Juegos de Londres de 2012, cuando se abrió la posibilidad de elegir entre una gama más amplia de ‘outfits’, shorts de hasta 3 cm por encima de la rodilla y tops con o sin mangas (se justificó la medida por razones de respeto a la cultura y religión de equipos como los musulmanes, que difícilmente hubiesen aceptado competir con las previas exigencias de la FIVB.

Faltan Mujeres En Las Federaciones

Pilar Calvo, secretaria general de la Asociación Para Mujeres en el Deporte Profesional de España, da algunas claves para comprender por qué todavía debemos asistir a este tipo de conflictos que tienen su origen en una mirada sexista (sea consciente o inconsciente, lo cual es irrelevante) desde las propias federaciones de determinados deportes:

“El principal problema es que dado que las mujeres están infrarrepresentadas en los órganos de gobierno de las federaciones, tienen una influencia casi nula en el proceso de toma de decisiones en este tema y en todos los demás”.

Pero hay más. Puede que en deportes como el tenis, el voleibol,  el voley-playa o el balonmano-playa el problema esté en la diferencia, pero es que en otros deportes, está justo en el lugar opuesto. “La proporción entre licencias femeninas y las masculinas es de 20%-80% respectivamente, así que en muchos clubes o federaciones territoriales no cuentan más que con un uniforme, el masculino, y las mujeres tienen que vestir el de ellos, con sus tallas y sus cortes. Así, tenemos, por un lado, a las deportistas que visten uniformes femeninos hiperexualizados y por otro a las que van como fantoches con los uniformes de ellos. Habría que buscar un término medio adecuado”, pide Pilar Calvo.

En 2021, Pink, una de las estrellas estadounidenses del pop, ofreció pagar la multa “sexista” impuesta al equipo femenino de voleibol de playa de Noruega, luego de que las deportistas decidieron usar pantalones cortos en lugar de bikinis en un juego del torneo Euro 2021.

La Federación Europea de Balonmano (EHF, en inglés) ordenó a las jugadoras que pagarán 1,500 euros (1,768 dólares) por usar shorts en lugar del traje de baño reglamentario en el partido por la medalla de bronce que perdieron ante España en Varna, Bulgaria.

Pink, ganadora de tres premios Grammy, dijo en Twitter que cubrirá el monto de la multa, criticó a la organización y alentó a las deportistas a seguir vistiéndose como les fuera más cómodo.

La Federación Internacional de Handball (IHF) anunció que ya no será obligatorio el uso de bikinis: las atletas de la disciplina de playa podrán utilizar shorts ajustados, tipo de ciclista y tops que cubran todo su torso.

Esta modificación significa un logro para las mujeres ante un reclamo que era frecuente en el último tiempo. La modificación era pedida desde hace años contra reglas que se consideraban arcaicas, e imponían a las jugadoras utilizar un sostén deportivo sin mangas en la parte superior, mientras que la prenda inferior no debía “tener más de 10 centímetros de ancho de cada lado”, según la norma.

tonapou (@tonapou) July 4, 2015

Según informa el diario inglés The Guardian, los ministros de Deportes de cinco países europeos (Dinamarca, Noruega, Suecia, Islandia y Finlandia) enviaron un escrito en conjunto a la FIH solicitándole modificar sus arcaicas reglamentaciones en torno a la vestimenta requerida a los equipos femeninos. El objetivo de este pedido era “no solamente contener a las actuales atletas, sino también respaldar y alentar a todos los deportistas sin importar su género o sus antecedentes para que permanezcan en el deporte”.