La gimnasta uzbeka Oksana Chusovitina, que enfilando ya los 47 años pues los cumplirá en junio, vuelve a competir al más alto nivel. Lo está haciendo en la etapa de la Copa del Mundo de gimnasia artística que se ha empezado a disputar  en la capital de Catar, Doha.

Chusovitina, doble campeona del mundo, en suelo y por equipos, hace ¡31 años!, cuando representaba aún a la desaparecida Unión Soviética y que 20 años después se subió al podio de unos Mundiales y de unos Europeos en la modalidad de salto, escenificó lo que parecía su retirada definitiva en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio, los octavos que disputaba.

No logró clasificarse para la final de salto, la especialidad a la que se ha dedicado en la última etapa de su carrera. Oksana fue despedida entre los aplausos del público, jueces y gimnastas. “Quiero ser madre y esposa”, dijo entonces y se interpretó con el adiós definitivo de la gimnasta más longeva de la historia. De hecho, ya no participó en los Campeonatos del Mundo que se disputaron el pasado octubre.

Pero con el paso de las semanas volvían a difundirse imágenes de Chusovitina entrenándose en el gimnasio, incluso en las paralelas asimétricas, con la misma presencia física que mantiene prácticamente desde que se dio a conocer internacionalmente a los 15 años.

Convertida en un símbolo en su país, donde se imprimieron sellos con su efigie, Oksana no se resigna a dejar de competir. Hace unos días, cuando se supo que su nombre aparecía entre las inscritas en la prueba de la Copa del Mundo de Doha, se despejaron todas las dudas. La acompaña su compatriota Gulnaz Jumabekova, de 15 años. En la ronda de clasificación, Oksana ha ocupado la tercera posición entre diez gimnastas participantes y disputará la final. La gimnasta eterna sigue en la brecha.

Aunque su dedicación se ha ido limitando con el paso del tiempo a un solo aparato, el salto, sigue sorprendiendo por su capacidad de mantenerse en la elite de su deporte. Una de las cualidades físicas que empieza a disminuir más pronto en las gimnastas, a medida que sus cuerpos se desarrollan y ensanchan, es la velocidad. También la flexibilidad. A alto nivel se puede compensar con el aumento de la potencia, y su mantenimiento. En el caso de Chusovitina, una mujer de 1,53 metros de estatura y un físico muy ligero, esa pérdida ha sido escasa, aunque tampoco era su mejor cualidad.

En Doha, uno de los dos saltos que realizó para ganar la final de este aparato, fue el conocido como ‘Tsukahara’ con un giro. Precisamente con este movimiento logró su primer gran título internacional, la final de salto de los Juegos de la Buena Voluntad disputados en 1990 en Seattle, Estados Unidos. Unas imágenes contrapuestas de ambas finales muestran a Oksana realizando el movimiento de forma casi idéntica, a pesar de haber transcurrido 32 años. Por entonces ese salto estaba en boga; ahora es sólo un recurso de segundo rango.
Veintiún años después de su primer título mundial consiguió en 2011 el de salto, y se ha mantenido entre las mejores de la especialidad. En sus octavos Juegos Olímpicos, en Tokio el pasado verano, no pudo clasificarse para la final de ese aparato y escenificó una despedida que parecía definitiva, hasta que volvió a los entrenamientos, con el propósito de competir en los Juegos Asiáticos de este año. “Su pasión por este deporte la tiene enganchada y no la deja despedirse. Parece como si no tuviera otra forma de vida y que no ha podido desarrollar otra capacidad”, considera Cristina Fraguas.
 “Me da que pensar que económicamente lo necesita y puede ganar dinero en la Copa de Mundo, o lo hace porque lleva la gimnasia en la sangre”, opina por su parte la seleccionadora española Lucía Guisado, que ha coincidido con la uzbeka en innumerables competiciones a lo largo de la carrera de esta. Una trayectoria que solo interrumpió por el nacimiento de su hijo, hace ya 22 años. Su físico no experimentó los cambios radicales que suelen afrontar las gimnastas cuando aparcan su actividad por un largo periodo o se retiran definitivamente.