No es fácil ser piloto de Fórmula 1. No solo por el hecho de manejar monoplazas a más de 300 kilómetros por hora arriesgando la vida en cada maniobra. Sino porque es uno de los deportes más solitarios que existen. En tenis, donde uno también juega solo, al menos uno tiene pausas constantes para charlar con los entrenadores. Arriba del coche, son dos horas de carrera donde el mayor contacto con otras personas son los dos segundos en boxes.

Quizás por eso los pilotos son especiales. Dueños de una personalidad que se fue forjando durante toda su carrera, desde niño. Ya que los que se suben a este tipo de autos nacen con esa condición. La diferencia está en las dificultades que tuvieron que atravesar. Y Lewis Hamilton no estuvo exento de eso.

Lewis se planteó desde niño llegar a la Fórmula 1 y triunfar. Lo consiguió. Pero no solo por talento o por contar con el mejor auto. Su personalidad y convicción por conseguir sus objetivos son claves en su campaña. Así quedó a las puertas de ser el piloto más laureado en la historia si este fin de semana consigue su octavo título y superará por uno a Michael Schumacher.

La velocidad estuvo ligada a él incluso antes de nacer el 7 de enero de 1985. Sus padres lo llamaron Lewis en homenaje al atleta estadounidense Carl Lewis. Pero a sus dos años se terminó el matrimonio entre Anthony y Carmen. Allí vino lo más duro, ya que sin sus padres juntos, también la pasó mal en la escuela donde admitió haber sufrido bullying.

Por eso, con apenas seis años, fue a clases de karate para defenderse. Se inspiró en uno de sus ídolos, Bruce Lee, pero a pesar de que a los 13 años ya era cinturón negro de la disciplina, nunca tuvo la confianza para defenderse de los que lo atacaban.

El pequeño Lewis tuvo que aprender karate para defenderse en el colegio

Junto con el karate, llegó la pasión por los autos. Su padre, empleado del ferrocarril, tuvo que hacer esfuerzos extras para costear la campaña de su hijo luego de haberle regalado su primer karting. Pero Lewis comenzó con los éxitos y el esfuerzo valió la pena.

Con apenas diez años ya era campeón nacional de karting y conoció a Ron Dennis, director de McLaren. Con trece, ya era parte de la academia de pilotos donde estaban los mejores proyectos de la escudería que, en ese momento, era de las más fuertes de la Fórmula 1.

A fuerza de esfuerzo, dedicación y capacidad se fue formando hasta ser un deportista súper profesional. Nada fue casualidad sino causalidad. Tuvo el apoyo del equipo inglés para su carrera, pero Lewis siempre fue una roca en lo mental. Resignó lo social, resignó hacer cosas normales para un adolescente, resignó a sus amistades y, si bien se arrepiente en cierto punto, eso lo formó en lo que es ahora. Un piloto al cual es muy difícil dominarle la cabeza.

Apadrinado por McLaren-Mercedes, hizo la escalera profesional y se consagró en las categorías menores como la Fórmula Renault Británica (2003), Fórmula 3 Euro Series (2005) y la GP2 (2006), divisional antesala directa a la F-1 que hoy se llama Fórmula 2. Estaba listo para dar el gran salto y debutar nada menos que en McLaren, el equipo donde su ídolo Ayrton Senna había logrado sus tres títulos en 1988, 1990 y 1991. En sus primeros años lució un casco parecido al que usaba el recordado astro brasileño.

En 2007, con apenas 22 años, llegó a la máxima categoría en lo que para McLaren sería su mejor dupla histórica. Por un lado, Hamilton, rompiendo los esquemas, los estereotipos, siendo el primer piloto negro en competir y el diamante mimado de la escudería. Por el otro, Fernando Alonso, que venía de ser bicampeón con Renault y era el mejor piloto del momento.

En 2007 debutó en F1 y, haciendo dupla con Alonso, perdió el título en el último GP

La combinación fue explosiva y, si bien dominaron gran parte del campeonato, los roces entre ambos fueron creciendo, con polémicas varias y con Alonso creyendo que había perdido el favor de McLaren contra Hamilton. Encima, la escudería se vio envuelta en un escándalo de espionaje hacia Ferrari y, cuando todo parecía que Lewis era el primer debutante en consagrarse, Kimi Raikkonen le arrebató el título.

Tuvo revancha rápido, en 2008, en otra infartante definición en Interlagos, cuando en la última curva superó a Timo Glock y sumó los puntos necesarios para superar a Felipe Massa y lograr su primer título mundial. Hamilton ahora era una realidad.

Tras no volver a ganar con McLaren, llegó a Mercedes en 2014, que había retornado a la categoría en 2009. Llegó en pleno dominio de Red Bull y, justo con la nueva reglamentación de los motores híbridos, que la escudería alemana sabría aprovechar con creces.

Mercedes no tuvo rival y Lewis se consagró en 2014, 2015, 2017, 2018, 2019 y 2020. Solo su compañero Nico Rosberg pudo arrebatarle el título en una lucha interna que ya fue superada por su rivalidad con Max Verstappen en grado de intensidad pero que también mostró el lado más feroz del británico.

Y los cuestionamientos no cesaron. Están los que dicen que su mérito fue haber llegado a la escudería que mejor aprovechó las normas y que con ese auto cualquiera saldría campeón. Que sigue estando bajo el ala de la FIA y que no tiene obstáculos en carrera.

Sea lo que sea, aquel niño que tuvo que hacerse de abajo, ahora tiene la posibilidad de ser el máximo ganador de la historia. Un logro que, más allá de todo, no logra cualquiera.