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Uno lo mira y parece un ébano, como uno de esos antiguos reyes zulúes, de allá en lo profundo de Sudáfrica y en la fisionomía de Atiba Hutchinson se puede deducir algún tipo de descendencia de aquellos lares.

Su figura es imponente y tal vez por ello, el inglés John Herdman lo vio como la mejor opción para ser el capitán de la escuadra canadiense que 36 años después volvía a un Mundial de Fútbol, justo cuando este miércoles en Qatar, lo norteños debutaron en el torneo ante Bélgica.

Dos décadas para un instante de gloria

Veinte años debió esperar Atiba para jugar un Mundial y a las puertas de sus 40 años, quizás cuando menos lo esperaba se dio la oportunidad; no fue con Trinidad Tobago, la tierra de sus padres, ese era su sueño, tal como lo cuenta As, era su sueño representar a la nación caribeña en un certamen del orbe, pero el momento no llegó como hubiera querido.

Como sea, Atiba ya tiene su Mundial y ayer se vio sobrio en la cancha antes los belgas, siempre tratando de mantener el orden en la mitad del campo y en la zaga, muy serio, pero de igual modo, a ratos visiblemente emocionado, era su momento, un momento cargado de historia.

El legado

Atiba Hutchinson debió esperar veinte años, veinte años desde que dio inicio su carrera deportiva y ya casi pensando en el retiro, tal vez buscando gastar sus últimas balas en la Liga de Turquía con el legendario Besiktas, Atiba se convirtió en el jugador de campo que debuta con más edad en una justa del orbe.

Refieren Marca y ESPN que, con 39 años y 288 días, el fornido jugador eclipsó de esta manera el legado de la leyenda argentina Ángel Labruna; aquel jugador letal que hizo vibrar como pocos a los aficionados del River Plate en las décadas del 40 y 50 del pasado siglo y que en Suecia 1958 había estampa su huella al debutar con 39 años y 256 días.

El mejor premio

De igual modo, Hutchinson se convirtió en el decimo jugador de más edad en saltar a la grama en un Mundial, un listado que encabeza el arquero egipcio, El Haday, quien debutó con los árabes en Rusia 2018 a la edad de 45 años.

Otra vez el confiad y esperad de Edmundo Dantes se impone, es una perspectiva que nunca falla, pues la constancia y el trabajo duro siempre tienen su esfuerzo, entonces veinte años no es nada, así sea para lograr un efímero instante de felicidad.