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Cuando uno admira la grandeza hay que rendirse ante ella. Hay que disfrutarla, libarla, manosearla y abrazarla. Cuando el genio sale de la lámpara y comienza a realizar milagros ocurren cosas maravillosas. Cuando el pensamiento se vuelve acción y esa acción se transforma en un balón adosado a las piernas de la grandeza misma solo hay tiempo para el disfrute.

Durante 90 minutos, el martes 13 de diciembre de 2022, se pudo contemplar una obra maestra. La novena de Beethoven se tocó con bandoneón, el rock se transformó en milonga y el fútbol volvió a ser el deporte más hermoso del mundo.

Aquel hombre diminuto, criticado y vilipendiado muchas veces en otrora por sus coterráneos; criticado por una supuesta falta entrega, sacó esta vez de la bolsa sus trucos, aceitó el engranaje con su adrenalina y convirtió al planeta tierra en una tromba albiceleste.

Messi fue Messi. Lionel fue Lionel. Otra vez el mundo se rindió a sus pies.

Una Croacia irreverente, retrechera, osada, hasta hace poco valiente y emperifollada, se desbarató como un castillo de naipes. El equipo experto en parar gigantes no sabía que el Gigante Dormido había despertado y que de aquellos botines comenzaría a fluir una lava volcánica de fútbol al mil por mil que arrasaría con todo y pondría al mundo patas arriba, porque hoy la cumbre de la tierra es el sur del mundo.

En los primeros minutos, el genio se retrotrajo, buscó las gafas para leer el partido y cuando descifró el crucigrama croata desbarató el andamiaje que hasta hace unos días lucía sólido y robusto. Él, Messi fue Messi. Y debe repetirse como una letanía. Messi, Messi, Messi.

Marcó el gol de penal que abrió un agujero en la represa croata y luego, poco a poco, la habilidad se convirtió en vértigo y el césped de Lusail comenzó a escuchar el tango de Gardel, las notas de Piazzola, y los cuentos de Borges y tal vez hasta Maradona pidió permiso para asomarse desde arriba y observar aquella obra de arte.

Julián Álvarez se montó en motocicleta e imitando a un Fangio proverbial anotó un segundo tanto que presagiaba un próximo golazo. El guerrero eslavo, Luca Modric quedó exhausto ante el vértigo, los soldados croatas bajaron los brazos luego de intentar detener aquellas exhalaciones que salían de todas partes.

Julián, otra vez, aniquiló como los grandes y la goleada gaucha trasladaba la pampa a la explanada catarí, para contarle a todos una historia con final feliz. Era imposible detener la artillería albiceleste, Croacia sacó la bandera blanca y Argentina poco a poco fue volcando la emoción en un triunfo imponente.

Argentina está en la final. Su oncena albiceleste, esa que perdió el primer juego, que tuvo miedo de no hacerlo posible, que casi se queda en los penales contra Holanda, jugará la final el próximo domingo. Esta goleada de 3-0 sobre Croacia empinó hasta la cumbre más alta los sueños de todo un pueblo que ve en el fútbol el bálsamo que calma las angustias y les dice que el sol saldrá cada mañana.

Messi hizo posible lo imposible.

La frialdad numérica indica que tocó en 63 ocasiones la pelota, generó fútbol, creo juego, asistió en los dos goles y 34 de 40 pases llegaron a lugar correcto. Messi salió de la penumbra y se encumbró esta tarde hasta lo más alto del fútbol.

Ahora tendrá 90 minutos el próximo domingo, para ver si le abren las puertas del Olimpo y descansa para siempre en el cielo inmortal de los mejores del fútbol.

A tomar vino, a bailar, a cantar. No queda de otra.

Hoy Messi fue Messi.