Los números en el comienzo de la Serie A son tremendos después de cuatro jornadas. La Juventus, ganadora de nueve de las diez últimas ligas (todas de forma consecutiva) es antepenúltima y está en puestos de descenso, con solo dos puntos.

Tras ganar el Nápoles al Udinese, el equipo del sur (acérrimo rival de la Juve) se coloca líder en solitario y le saca diez puntos de ventaja en solo cuatro partidos. Por mucho menos se han organizado fiestas de tres días en la ciudad napolitana. Y también funerales en Turín.

La última vez que la Juve logró solo dos puntos en cuatro partidos seguidos fue en el año 1961. Y el recuerdo no trae nada bueno: los bianconeri terminaron en el puesto 12 de la clasificación, lo que significaría una temporada fuera de toda participación europea.

El inicio no pudo ser más desastroso. La campaña anterior entró a Champions League en la última jornada (aprovechando una derrota del Napoli) y los aires auguraban un cambio. Regresó Massimiliano Allegri y Cristiano Ronaldo apenas jugó en el debut ante Udinese. Inmediatamente después, pidió el traspaso. Era claro que el portugués notó que el equipo de Turín ya no era competitivo.

Tras eso, le siguió una derrota histórica de local ante Empoli, luego la caída en el Stadio Diego Maradona ante Napoli y el último empate ante Milan. Ni siquiera Andrea Pirlo, que fue el que terminó la racha de nueve campeonatos ganados, tuvo un arranque tan malo.

La falta de gol es evidente, apenas cuatro en cuatro partidos. Justamente el equipo se acostumbró a que Cristiano convirtiera treinta por año de promedio y nadie pudo asumir el liderazgo acompañando a un Álvaro Morata que solo no puede.

La portería, desde el declive y marcha de Buffon, se encuentra a la intemperie. El polaco Szczesny no da garantías y algunos errores suyos han costado partidos y puntos valiosos. Y la defensa tampoco ayuda, ya que la Juventus es el equipo entre los cinco grandes que más partidos seguidos ha encajado goles.

De momento, el cambio de aires, al igual que le ocurre al Barcelona, ha obligado a acostumbrarse a ver al equipo en otro andar. Por ahora, hasta que se acomoden las piezas y los integrantes del equipo no entren en desesperación, habrá que conformarse con lo que hay.