El Mundial de Italia 1934 marcó el primero en donde hubo eliminatorias. Fue la primera Copa Mundo jugada en el viejo continente y la que tuvo más participación de equipos europeos. Sólo cuatro equipos de otros continentes asistieron a la justa: Argentina, Brasil, Egipto y Estados Unidos.
Uruguay no fue en señal de protesta. Quiso boicotear el torneo porque Italia no quiso asistir al Mundial del 34, así que Uruguay ha sido en la historia el único campeón que no defendió su condición de monarca del balompié.

Suecia quería el evento, pero retiró su candidatura en 1932, así que Italia, con Benito Mussolini al mando, se esmeró no solo para obtener la sede sino también para hacerse con la Copa. Y lo consiguieron.
Italia venció a Checoslovaquia 2-1 en una final cuestionada.

Por primera vez en la historia del torneo se usó un sistema de eliminación directa a partido único. Para resolver los empates en el tiempo reglamentario se jugaba una prórroga de 30 minutos. Y si el marcador seguía igualado, se debía disputar un partido de desempate al día siguiente. Todos los partidos de cada fase se disputaban el mismo día, en sedes diferentes.

Para configurar las eliminatorias, el comité organizador estableció unos «cabezas de serie» que no se enfrentarían entre sí en los octavos de final. De este modo, se quería asegurar que las selecciones más fuertes llegaran hasta el final. El último participante confirmado, Estados Unidos, se conoció tan solo tres días antes de la inauguración.

El evento se llevó a cabo en las ciudades de Roma, Milán, Boloña, Nápoles, Florencia, Trieste, Génova y Turín. El país se esmeró en tener un gran evento. Se construyeron tres estadios enormes. El más moderno fue el estadio Benito Mussolini, nombrado así en honor al dictador fascista. Luego fue bautizado como estadio Comunale.

Era otro fútbol. Solo dos defensas, tres medios y cinco delanteros. Con balones casi artesanales. Pero la pasión siempre fue la misma.

Participaron 16 equipos con cuatro cabezas de serie. La idea era que esos cuatro equipos no se vieran las caras sino en la semifinal. No hubo un partido inaugural como tal y se jugó de una vez a octavos de final. Todos los equipos jugaron el mismo día y en diferentes sedes.

Se puede leer en el sitio mediotiempo.com:

“Varios relatos detallan que previo al Mundial, Benito Mussolini visitó a Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana en ese entonces y de una manera muy intimidante le exigió que Italia ganará el campeonato”.

Las crónicas de la época dicen que el partido de desempate contra España para ir a la semifinal fue una batalla campaña. Siete futbolistas ibéricos se lesionaron, en una época donde no había reemplazos, empezaban once y se quedaban esos once. Dos de los goles anotados por España fueron anulados de manera misteriosa. Tanto así que años después el propio Jules Rimet bautizaría dicho partido como la “Batalla de Florencia”.

Fue tan vergonzosa la actuación del árbitro suizo René Mercet que luego de finalizada la justa orbital fue expulsado de por vida de la FIFA y de la Federación Suiza.

Las semifinales fueron jugadas así: Italia-Austria y Checoslovaquia-Alemania. Los primeros mencionados pasaron a la final con sendas victorias 1-0.

En la semifinal, en el medio tiempo, cuenta la leyenda, de que un eviado del Duche se les presentó en el camerino a Vittorio Pozo, seleccionador de la azzura, y le dijo estas palabras: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar”. 

La final se realizó el 10 de junio de 1934. Italia se hizo con la copa Jules Rimet. Checoslovaquia anotó primero, en el minuto 76 por intermedio de Antonin Puc, pero Italia empató en el 81 gracias a la bota del argentino italiano Raimundo Orsi. Al final, luego de 5 minutos de prórroga, dicen que fue Mussolini quien lo pidió, Angelo Schiavo marcó el definitivo.