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Como en la película de Bernardo Bertolucci, aquella de comienzos de los 70 con Marlon Brando de protagonista; como en la película, estableciendo una especie de analogía, cincuenta años después, el próximo domingo, en Qatar, la selección argentina de fútbol y Lionel Messi, pudieran llenarse de gloria o bailar su último tango.

Será o puede ser en Qatar, pero hasta cierto punto, el posible acontecimiento también pasa por París. Es así, podría ser, lo piensan muchos y la idea permite asociar los patrones en cuestión para sentar la pauta respecto al hecho que, en suelo islámico, el venidero 18 de diciembre, la escuadra albiceleste tendrá su gran prueba de fuego en el Mundial de Qatar, justo cuando en el partido final, se midan a los actuales campeones del mundo, los franceses.

Paralelismos

Por un lado, el tango, por el otro París y ahora mismo, no existen dos elementos más distintivos para hablar de lo argentino y lo francés y en algún punto ambos se conectan; Cortázar, Borges, Rayuela, Gardel, el Sena, la Calle Corrientes, la Avenida de Mayo.

De igual modo, también pudieran ser, como se quiera, sin importar el orden,  La Maga o Lucía pensando en Horacio Oliveira, Horacio a la vez caminando por la calles de París, pensando en Lucía y en el pasado que quedaba atrás, en Argentina y en los constantes viajes de Horacio, vamos de Buenos Aires a París, a Montevideo y así, viendo el tiempo correr, llegamos otra vez a 2022 y de igual modo, en la mente de millones de argentinos y de aficionados, puede ser Leo Messi tomando venganza de lo ocurrido en Rusia 2018, eclipsando a Kylian Mbappé, a Deschamps, a Giroud, al propio Enmanuel Macron.

El aguafiestas

Messi, Mbappé, el tango, el cancán y no era la final soñada, no, para la mayoría debían estar Brasil y Francia, pero Leo, como un clásico aguafiestas, cuando lo daban por muerto, con más veras luego de aquella derrota inicial ante Arabia Saudita, Leo se reivindicó, es su último Mundial y la oportunidad ni pintada para lograr la tan ansiada Copa del Mundo.

Como lo lee, es Messi, el chiquito que alguien pensó en desechar por ser así, muy pequeño, el mismo que enamoró a todos en Barcelona, el prototipo de héroe moderno que tan bien describe su biógrafo Guillem Balagué, ese Messi llegó a Qatar para plantar la bandera y más allá de los números, de sus 11 goles, de sus 25 partidos en Mundiales, de sus asistencias, más allá de eso, Messi reencarnó en Maradona y en unas horas pudieran quedar atrás los títulos de Champions, de Liga, de Copa, las Ramblas de Barcelona, todo, pues una Copa del Mundo bien puede valer la vida.

Messi en la voz nostálgica de Carlos Gardel, en la ultima línea de un poema de Borges o en un golpe recto de El torito de Cortázar, quizás hasta en algún pensamiento de Horacio Oliveira allí en París; ese Messi, el que puede ser declarado ciudadano no grato de Francia si gana el 18, ese Messi se puede elevar como nunca o caer para siempre y decir adiós, ¿ será la hora de la verdad o su último tango?