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Si le das la link que está arriba en el tuit incrustado a la columna de hoy podrás escuchar el Space que hicimos ayer con la audiencia de Twitter respecto al bochornoso acto de violencia perpetrado por Asdrúbal Cabrera de los Caribes de Anzoátegui contra el dominicano Carlos Cabrera de los Tiburones de La Guaira.

Poco o nada puede rescatarse de, quizá, el espectáculo más repudiable de la LVBP en sus más de 70 años de historia. O por lo menos en los últimos 30 años que llevó cubriendo beisbol profesional. No recuerdo nada semejante.

Y no se trata de hacer leña del árbol caído, porque ya el propio Castro, a través de su agente, ha comunicado, vía boletín de prensa, que “prefiere seguir enfocado en su temporada con los Tiburones de La Guaira” y que deja esto en manos de la directiva de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional.

Justificar el puñetazo de Cabrera es impensable. Nadie puede hacerlo, quien lo haga debe revisar sus códigos morales. No hay nada que se pueda decir al respecto. Porque no podemos caernos a embustes, las reyertas siempre han estado en el beisbol, siempre ha habido tánganas en los estadios, y bien feas. Pero esto no fue una pelea, una reyerta o una simple respuesta a una bravuconada, esto fue un acto delictivo.

El bateador estaba iniciando su recorrido en las bases, cuando se consigue con el puño de Cabrera. O sea, fue un golpe a traición una cobardía del criollo. Suena fuerte, pero esa es la verdad. Le pegó a una persona indefensa, que jamás se imaginó que algo así sucedería.

Extraña la actitud de Asdrúbal, a quien he tratado durante algún tiempo. Siempre ha sido una persona comedida, con sindéresis. Sería bueno leer alguno statement del pelotero explicando esta acción. Sobre todo de Cabrera, quien suele celebrar sus jonrones con euforia.

Cabrera será recordado, de ahora en adelante, no por lo buen pelotero que fue ni por sus dos Juegos de Estrellas o su bate de plata sino por ese infame acto que en un momento de ira cometió. Él mismo se lo buscó.

La respuesta del agredido hay que aplaudirla. No guarda rencor. “Sólo quiero que mi equipo gane. Esa es mi mejor venganza”. Sabias palabras, porque en el deporte las cosas se dirimen así, en el terreno, donde todos se igualan y tienen las mismas oportunidades a lo largo, y a veces ancho, del juego.

Pero más allá de todo lo que ha sucedido, de las sanciones que pueda tomar la LVBP, la cual tiene un código de ética, en donde se dice que la pena máxima serían 20 juegos de suspensión para este tipo de agresiones.

Lo más triste del caso es que todo lo que construyó Cabrera durante 15 años de carrera en las Grandes Ligas se hizo añicos. Si tenía la esperanza de conseguir algún contrato para regresar a la gran carpa se ha desvanecido.

Sus pares ya no lo respetarán, perdió su auctoritas, deja de ser ejemplo para novatos y, como ya tiene el sol a sus espaldas, el tiempo de redención es muy limitado. Lo más prudente, por ahora, es que haga mutis, lo saquen del roster momentáneamente y asuma su responsabilidad.

Es increíble que a estas alturas el equipo de los Caribes de Anzoátegui no haya sacado un comunicado de prensa repudiando el hecho como tal. Dice el refrán que “el que calla otorga”. Y en este caso, específicamente en este caso, donde más de 5 millones de personas han visto el video por las diferentes redes sociales, no se puede ser ni tibio ni timorato ni mucho menos, mudo. Aquí hay que actuar en consecuencia.

Espero que la LVBP acabe con esto de raíz y le dé a Cabrera una sanción ejemplar. Ellos tienen ahora la pelota. También tienen que hacer algo con los Caribes, porque en los últimos años las reyertas más enconadas ocurren en su feudo. Es hora de detener esta locura. Esperamos pacientemente.

Listo, se acabó el juego.