Tal como anunció hace unos días MLB Network, el venidero martes 15 de noviembre se dará a conocer el premio al Mánager del Año en ambos circuitos de Grandes Ligas, un galardón que en este 2022 llegará antecedido por la excesiva polémica y una sensación en extremo contradictoria.

Por un lado, en la Liga Americana el raciocinio se impone en cuanto al calado de los posibles elegidos; el mítico Terry Francona, otra vez dando la nota positiva con sus Guardianes de Cleveland, llegando hasta el quinto partido de la Serie Divisional ante los Yankees de Nueva, después de llevarse el banderín de la división central con forja de 92-70.

Luces y sombras

De igual modo, resultan meritorias las nominaciones de Brandon Hyde y Scott Servais, dirigentes de Orioles de Baltimore y Marineros de Seattle respectivamente, dos de las grandes atracciones de esta campaña beisbolera y hasta aquí, todo bien, incluso diría más, con el respeto que merece el legendario Francona, Servais debe ser el elegido en la Liga Americana y es que el hecho de clasificar a su equipo a playoffs 21 años después, resulta un argumento de peso, creo yo.

Hasta aquí todo bien, sin embargo, al pasar al otro apartado, resulta impactante ver por un lado al decepcionante Dave Roberts encabezando el listado y asombra no ver entre los candidatos al hombre que fue la revelación de todo el béisbol en esta temporada, Rob Thomson.

La gran injusticia

Como lo lee, o debe saber ya lector, el estratega canadiense, el que logró reinventarse una y otra y otra vez para llevar a los Filis hasta la Serie Mundial, no está, quedó relegado por Roberts, Buck Showalter y Brian Snitker y todavía hoy resulta increíble asimilar la noticia.

¿La injusticia del año?, en lo personal pienso que sí, pues de nada vale ganar 100 o más juegos, tener una nómina de lujo, imponer x cantidad de récord si a la hora de verdad se pierden los juegos buenos y en el caso de Dave Roberts de modo particular, mostrándose carente de soluciones capaces de resolver las situaciones complicadas que pueden emerger en el transcurso de un juego.

La impronta

Y Rob Thomson no ganó 100 partidos, no, desde que asumió en el banquillo del elenco de Pensilvania a comienzos de junio, su forja fue de 65-46, transformando por completo la dinámica de un excelente conjunto, armando para ganar pero que parecía destinado a un estruendoso fracaso.

Ya en la postemporada, el timonel reescribió la historia, impuso su sello particular, eliminando a Cardenales de San Luis y Padres de San Diego y quedando a dos victorias del anillo de Serie Mundial, ¿qué más decir?

Thomson merecía estar al menos entre los tres finalistas, pienso incluso debía ser el ganador, eso es un hecho, pero la vida y el béisbol como expresión de la misma existencia no siempre invoca la justicia.