Your browser doesn’t support HTML5 audio

Imposible, esa es la sensación que queda tras cada partido y hace minutos no fue diferente, luego de que una vez más, el equipo de Japón le mostrase al mundo su poderío en materia beisbolera.

Así, como lo lee, corría la tercera jornada en el Grupo B del quinto Clásico Mundial de Béisbol y los nipones recibieron  en su templo sagrado, el Tokyo Dome, al sorprendente elenco de República Checa.

Era el duelo de cierre en dicha llave y los asiáticos salieron como en el primer día ante China; dispuestos a disipar cualquier tipo de dudas sobre su rampante condición de favoritos.

El juego

A la lomita por los locales subiría ” el Monstruo de la Era Reiwa”, el estelar Roki Sasaki y minutos después de arrancar el desafío la sorpresa embargaba a los miles de fanáticos que se dieron cita en el majestuoso recinto de la capital japonesa, luego de que el seleccionado eslavo abriera el marcador en la misma primera entrada, al ligar un doblete de Marek Chlup y con posterioridad aprovechar un error en fildeo tras batazo de Martin Cervenka.

Cierta tensión emergió desde ese instante, pues si bien Sasaki logró hacer los reajustes necesarios, haciendo deslucir a la batería checa con 8 ponches en 3,2 tramos de labor; si bien fue de este modo, por el otro lado, la artillería nipona era silenciada por el desconocido Ondrej Satoria.

Fue como un sueño, el hecho de ver a Satoria allí, sobrio y ecuánime, lanzando como si estuviese en un terreno de un distrito cualquiera de Praga, pero el sueño duró bien poco, poco más de media hora quizás, pues en la parte baja del tercero, el samurai desplegó sus banderas de guerra.

Los samurais van al ataque

Un doble de Mastaka Yoshida, aunado a un sencillo de Tetsuto Yamada, resultaron claves para el rally de tres carreras que revertiría el marcador en ese entonces.

En lo adelante, tal como ocurrió en las anteriores jornadas, el soliloquio japonés fue lo que marcó la pauta y  en el cuarto episodio, llegarían otras cuatro rayitas, gracias en buena medida a dobles de Kensuke Kondoh y Shohei Ohtani.

Japón agregaría una más en el quinto y otras dos en el octavo inning, incluyendo un largo cuadrangular de Shugo Maki.

Acabó 10-2 y tal como decíamos al inicio, la sensación fue esa de que el Tokyo Dome parece un bastión inexpugnable y por ende ganarle a Japón, al menos allí, luce como una misión imposible en este Clásico Mundial.