Una expresión muy popular en la República Dominicana es “soy fanático de equis equipo hasta la muerte”. Es algo que se dice comúnmente y de que una u otra forma ilustra lo que es el sentimiento hacia cualquiera de las 6 novenas que hacen vida en la pelota invernal quisqueyana. Sin embargo, esta frase se convirtió en realidad para un seguidor de los Leones del Escogido, quien incluso después de su deceso cumplió su última voluntad.

El 21 de septiembre del presente año, el señor Manuel Emilio Castro Fernández, apodado por sus amigos y conocidos como Manelik, abandonó de forma física este mundo a sus 78 años de edad. Prácticamente desde su nacimiento fue fanático de la tropa escarlata y debido a esto, sus familiares decidieron honrar su memoria haciendo honor a lo que, mientras estuvo vivo, siempre les pidió.

Bueno, a decir verdad, su deseo no se pudo consumar tal y como él lo habría manifestado alguna vez sentado en las tribunas del Estadio Quisqueya, ya que era prácticamente imposible, pero al menos se cumplió una parte del mismo.

Escogidista hasta la muerte

El septuagenario Manelik dijo en una ocasión (o quizás en varias) que cuando su corazón dejara de latir, quería ser enterrado en la casa del club de sus amores. Eso es obvio que no se puede. Aun así, en un tiempo más cercano a su defunción cambió de opinión y pidió ser cremado, lo que facilitó que sus seres queridos cumplieran con la tarea encomendada de una u otra manera.

Fue así como después de largas negociaciones con Vitelio Mejía, presidente de la LIDOM, y los altos ejecutivos de la tropa escarlata, las cenizas de Castro Fernández fueron esparcidas en el lado derecho del terreno de juego del Coloso del Ensanche La Fe.

En el acto conmemorativo, uno de los hijos del ya fallecido simpatizante melenudo emitió las siguientes palabras: “Yo no había venido al estadio en esta temporada, algo muy inusual en mí, porque no sabía cómo se iba a sentir venir y que él no estuviera aquí conmigo”.

Sin precedentes

Según el historiador Bienvenido Rojas, esta es la primera vez que se le rinde tributo de manera tan peculiar a un fanático de cualquier escuadra de la pelota local. Un hecho único y probablemente irrepetible.