De casi decir adiós y pensar quizás en cuantos meses de vida podría quedarle, Carlos Carrasco está escribiendo ahora mismo una bonita historia dentro del béisbol, allí, en Queens, en el mítico Citi Field con el legendario Tom Seaver de testigo.
Y al momento de escribir este texto, el venezolano, ya con 35 años, está sosteniendo una campaña de ensueño, con los Mets de Nueva York; récord de 13-4, con efectividad de 3,76 y 123 ponches en 124,1 tramos de labor; registros que ubican a Carrasco ahora mismo entre los mejores lanzadores no solo en la Liga Nacional, sino en todas las Grandes Ligas.
Cuando todos miran hoy a los Mets y a su marca de 75-40, la mayoría habla del buen momento de Francisco Lindor, del bateo del equipo en general y de la presencia de los dos estelares del elenco, Max Scherzer y Jacob DeGrom pero muy pocos recuerdan ya que Carlos Carrasco, fue el hombre grande del staff de abridores en un momento importante.
Sacó la casta en el momento duro
Entre mediados de mayo y comienzos de julio, un período donde llegaron a faltar tanto Scherzer como DeGrom, ahí, en ese tramo de temporada, Carlos Carrasco fue el mejor lanzador del mundo y eso el manager Buck Showalter lo sabe.
Hoy todo es gloria y la historia parece acomodarse de la mejor manera para que los Mets puedan al menos volver a postemporada, pero hubo un momento, sin Scherzer, sin DeGrom y sin bateo, pero con Carlos Carrasco sacando la casta y mostrando un temple espartano, como pocos.
Matices
Hay cierto tono de injusticia en esta historia, pues el protagonismo no ha recaído en Carlos Carrasco de ningún modo, más bien se ha movido tras bambalinas, como en los casos de Chris Bassitt y Taijuan Walker pero los hechos como hasta ahora dictarán sentencia.
Y así, como una especie de escudero, Carlos Carrasco marca sus días en Nueva York y de cara a la postemporada todo pinta para que juego un rol fundamental como el hombre del tercer día y entonces, la historia, de seguro, volverá a ser legendaria.