Bob Melvin no es Gregorio Samsa, tal vez ni sepa de él o quizás lo sabe, pero no le interesa, su vida está dedicada al béisbol y al mirarlo allí en el banquillo con esa mirada medio aguileña, escrutándolo todo, mirando por aquí y por allá, buscando la manera de sacar provecho de la más mínima situación, al mirarlo uno se da cuenta de su dimensión de sabio.

Bob Melvin no es Gregorio Samsa y puede que ni lo conozca, como que tampoco sepa de Franz Kafka, pero la idea de la metamorfosis en el sentido positivo del cambio, esa idea, Bob Melvin la conoce bien y sus casi 1500 victorias como timonel en Grandes Ligas dan el crédito a lo que digo.

La huella de un ganador

Y Melvin no ha obtenido títulos no, ha estado cerca, sin embargo desde su debut como director allá por 2003 con los Marineros de Seattle ha obtenido resultados, hablamos de un tipo ganador.

Luego de un período de cinco años con los Cascabeles de Arizona, Bob Melvin recaló en el puesto de dirigente de los Atléticos de Oakland y allí fue donde nació su leyenda, esa del hombre que, con poco, ganaba, la del defensor del juego chiquito, el corrido y bateo, el hombre que comenzó a implementar la sabermetría y en once años, sin tanto impacto mediático, Melvin era una figura de peso en el contexto beisbolero de Las Mayores.

El momento esperado

Su llegada a los Padres de San Diego se vendió con bombos y platillos, tal como lo pensó A.J. Preller, la persona indicaba en el lugar adecuado y en este 2022, buena parte de los entendidos auguraban algo grande, no se sabía de que manera sería, pero lo auguraban.

Hoy, con el paso de los meses, horas después de que Los Frailes concretarán una victoria legendaria ante los Dodgers de los Ángeles para regresar a una Serie de Campeonato, veinticuatro años después, muchos pudieran pensar que la tarea ha sido fácil.

El camino recorrido

Desde perder a Fernando Tatis Jr y sopesar las lesiones de hombres importantes en la rotación como Mike Clevinger y Blake Snell, hasta tomar decisiones importantes como la de pasar a Nick Martínez de abridor a relevista; Bob Melvin debió lidiar con todo y solo alguien con su personalidad podía ser capaz de cambiar el hilo de los acontecimientos y regresar a los Padres a la fiesta de octubre.

Tal vez lo primero fue rescatar la mentalidad, ese espíritu ganador que se había perdido con aquella generación que dirigió Bruce Bochy entre finales de los 90 y comienzos de los 2000 y Bob Melvin lo hizo, logró sacar la casta de líder a Manny Machado, también la mejor versión de Joe Musgrove y rescató la estela triunfadora del estelar Yu Darvish.

La obra maestra

En agosto cuando llegaron Josh Hader y Juan Soto al Petco Park y el zurdo no era capaz de sacar outs, lanzando para casi 8 de promedio de limpias y Soto apuntaba a ser un fiasco, sumido en un penoso slump, cuando esto pasaba, Melvin no se desesperó, sabía las cosas tomarían su lugar y pasó, Josh Hader de a poco recuperó su mejor versión, esta que hoy vemos en los playoffs y Juan Soto emergió como el Juan Soto que todos en San Diego querían ver.

Nada fácil, los Padres debieron luchar hasta el final su clasificación, perdiendo incluso 7 de sus últimos 13 juegos, jugando con una derrota de los Cerveceros de Milwaukee y dejando muchas dudas, pero con la llegada de octubre y el viaje a Citi Field, todo cambió, el equipo se transformó, los abridores se mostraron con su mejor forma y el bullpen, con Nick Martínez, Robert Suarez y Josh Hader, el bullpen se creció.

Ya frente a los Dodgers no era el mismo equipo que había perdido 14 juegos de 19 en la temporada regular, no, era un equipo de postemporada cargado de sueños y con la victoria del miércoles en el segundo partido de la Serie Divisional, lo que ocurrió entre viernes y sábado se veía venir.

El mejor final para regresar a discutir el título en el viejo circuito, Hader ponchando a Mookie Betts y a Freddie Freeman y Melvin mirándolo todo, era su obra perfecta, lo es y desde el próximo 18 de octubre, pocos dudarán que los Padres de San Diego, son ahora mismo, serios candidatos a ganar la Serie Mundial.