La NBA va mutando, eso no se discute. Algunas etapas son más duraderas que otras, pero las características de la liga van modificándose mediante el estilo impuesto por los que ganan y las franquicias que intentan imitar los modelos de dirección, conducción y juego de los campeones. Y en esta actualidad, se puede decir que los equipos de estrellas quedaron anticuados. O, al menos, que la estrella es el equipo. Pero, ¿por qué?
Durante la década del setenta y ochenta las franquicias confiaban más en los proyectos a largo plazo y las dinastías eran habituales. La rivalidad entre los Celtics y los Lakers se basaba en dos modelos de juego distintos, pero con puntos en común: la formación de una identidad y un equipo que perdure en el tiempo.
La llegada del “Showtime” tuvo su pico máximo en los noventa, con la televisación y el auge de los presupuestos millonarios que el espectáculo brindaba. Allí, la figura estelar de un equipo se convirtió en el principal atractivo de la franquicia y, si encima se juntaba con otra figura estelar, el público disfrutaba de los réditos del espectáculo y de los resultados. El asombro y la superioridad que generó ver a las estrellas de la NBA compartir equipo en la Selección de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 dio lugar a que las mismas franquicias quisieran aplicar el mismo concepto en sus equipos.
Los Chicago Bulls de los noventa (Jordan, Pippen, Rodman, Harper, Kerr) y Los Ángeles Lakers de principios de 2000 (Shaq, Kobe, Harper, Fisher, Grant) fueron los exponentes de como las franquicias buscaban la unión de figuras estelares para lograr el anillo. A los que podían lograr mediante el draft, le sumaban acciones en el mercado de traspasos o agencia libre.
Pero luego del three-peat de los Lakers entre 2000 y 2002, empezó a surgir un modelo basado en una modalidad diametralmente opuesta a los que se basaba el Showtime: una identidad de juego sin lujos, potenciando jugadores desde el draft y sin la necesidad de estrellas de alto perfil. Y en ese modelo hay dos nombres claves: Gregg Popovich y San Antonio Spurs.
Los Spurs lograron su primer anillo en 1999 gracias a dos picks número 1 como fueron David Robinson y Tim Duncan. Pero esa base se continuó con un ojo clínico a la hora de captar talento mediante el draft donde el resto no miraba, sobre todo fuera de Estados Unidos, y formar planteles que funcionaban a la perfección. Manu Ginóbili (Argentina – pick 57), Tony Parker (Francia – pick 29), Thiago Splitter (Brasil – pick 28), Kawhi Leonard (Pick 15 – elegido por Indiana pero canjeado esa misma noche), son los principales ejemplos de una metodología que cambió la NBA a partir de ese momento.
El modelo de los Spurs dio sus frutos: cinco anillos entre 1999 y 2014 dejaban en claro que no era simple suerte. Mientras Miami Heat, con LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh, era el último bastión del Showtime, San Antonio salió campeón en 2014 (ganándole al Heat) con mayoría de extranjeros y con jugadores que encontraron su lugar en Texas luego de no tener protagonismo en otros equipos.
El título de San Antonio de 2014 fue el clímax de un modelo que ya había demostrado funcionar con Dallas Mavericks en 2011 (también le ganó a Miami) y con Oklahoma en 2012 (Durant, Westbrook, Harden, Ibaka, todos elegidos por el Thunder, lideraron el proyecto). Y ahí llegó Golden State Warriors.
Inmediatamente después del título de los Spurs y la caída de Miami, LeBron James retornó a Cleveland y formó otro super equipo, no tan espectacular como el del Heat, pero con un gran potencial basado en jugadores que llegaron para ser parte del séquito del Rey. A los ya líderes Kyrie Irving y Anderson Varejao, se sumaron Kevin Love, Shawn Marion, JR Smith, Mike Miller y Kendrick Perkins. Pero enfrente estaba el sucesor de San Antonio.
De la mano de Steve Kerr, pupilo de Popovich, los Warriors basaron su éxito en “robos” del Draft. Tres anillos y cinco finales entre 2015 y 2019 son una clara muestra de la metodología actual. Steph Curry (pick 7), Harrison Barnes (pick 7), Klay Thompson (pick 11) y Draymond Green (pick 35) son los principales ejemplos de como los Warriors funcionaron. A ellos se le sumaron jugadores experimentados que se potenciaron en el equipo como Andre Igoudala o Shaun Livingston. La llegada de Kevin Durant para la temporada 2017 solo fue un plus que impulsó un equipo ya formado.
La última final de la NBA, entre Phoenix Suns y Milwaukee Bucks es la muestra de como la NBA prioriza al equipo por sobre las figuras estelares. Los Suns, si bien perdieron aquella final, son de lo mejor de la liga con un equipo basado en sus picks, como Devin Booker, DeAndre Ayton, Jalen Smith, más jugadores que encontraron su lugar como Dario Saric, Jae Crowder, Mikal Bridges o el mismo Chris Paul.
Milwaukee es otra cara de la misma moneda. Los hermanos Antetokoumpo, con Giannis como ídolo local, fueron el eje central que se fusionaron con jugadores como Kris Middleton, Pat Connaughton, Jrue Holiday o Brook Lopez, que llegaron a los Bucks luego de trotar por varios equipos y encontraron en Milwaukee su mejor versión para llevarse el título.
Así, se puede explicar el fracaso rotundo de los proyectos de Lakers y Nets. Hoy en día tener figuras estelares, pero que no puedan coexistir dentro de un mismo estilo de juego se vuelve contraproducente para las aspiraciones del equipo. En Los Ángeles, la veteranía, los estilos distintos de juego y una mala conducción, hicieron que el equipo ni siquiera se meta en play-in. Brooklyn, por su parte, sufrió los caprichos de Irving, el desgano de Harden y la depencia hacia Durant.
Hoy, reina otro poryecto. Donde el protagonismo se lo lleva el equipo. Total, el anillo es para todos, no para las figuras.