El proyecto que los Lakers crearon a principio de temporada, con un rejunte de estrellas que, si bien tenían cierta edad y no ofrecían mucho recambio, invitaban a pensar en un equipo que podía volver a ganar el anillo tal como lo hizo en la burbuja de Orlando hace dos temporadas.
Pero la realidad no puede ser distinta. Muchos analistas dudaban de la capacidad del equipo de poder llegar a las Finales, pero nadie imaginaba un escenario como el que transitan LeBron James y compañía: están a un juego de quedarse afuera del play-in. De quedarse sin postemporada, sería el fracaso más grande del año, sin ninguna duda.
Los Lakers cayeron ante unos Pelicans que, en la segunda parte de la temporada, tuvieron un renacer, después de haber sido el peor equipo de toda la liga. Se movieron bien en la agencia libre y crearon un estilo de juego que lo puso en la conversación por entrar a los playoff. Esta vez, con un gran segundo tiempo, vencieron 116-108, ganando la segunda mitad 67-39.
Ni siquiera salva al equipo tener a un James en estado de gracia, a pesar de la edad. El alero sigue rompiendo récords y anoche, tras convertir 39 tantos en la derrota, se convirtió en el segundo jugador en superar los 37.000 puntos en la NBA.
El físico de LeBron está pasando factura al ser el único jugador del equipo que tira del carro. Las moelstias en su tobillo lo ponen en duda para los compromisos siguientes, que serán claves para unos Lakers que, en este momento, se ubican en el décimo lugar del Oeste con un registro de 31-43, apenas un juego por delante de San Antonio Spurs.
Es más, los de Gregg Popovich acumulan tres triunfos en fila y en la jornada siguiente enfrentan a los Rockets, el peor equipo de la Conferencia, lo que podría generar que, con una nueva derrota de los Lakers, suban a puestos de play-in y dejen sin nada a los de Frank Vogel.